Tarde
o temprano llega el momento en el que te haces fuerte, y ciertas
situaciones vividas ya no duelen tanto. Es entonces cuando sobran las
palabras... Aprendes que la soledad, según en qué momento, es buena
compañera y que la calma es insoportable, pero necesaria para sanar
viejas heridas. Comprendes que el futuro no existe, y entonces no queda
más que despreocuparte del tiempo perdido y mirar hacia delante. Un día
dejas de sentirte estúpida, te miras al espejo y
empiezas a reconocer esa sonrisa que creías olvidada.
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